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domingo, 10 de abril de 2011

ENSAYO SOBRE LA CEGUERA. JOSÉ SARAMAGO

La obra relatada por el autor a manera de metáfora[1], puede aplicarse partiendo de diversos puntos de vista: individual, familiar, social, político y económico. Para nuestro caso, se aplicará de manera específica al aspecto social y político, enmarcado dentro de los movimientos sociales y partidos políticos.

Bajo este contexto ingresaremos en el análisis interpretativo de este fenómeno al mundo social y político. En efecto, la ceguera (entendida como ausencia completa del sentido de la vista)  planteada por el autor surge de un problema individual que al no encontrarse la solución termina finalmente generando un conflicto[2] de orden social, político y económico. De donde deviene como conclusión que no todo problema es un conflicto, pero que no atenderse a tiempo y solucionarse termina creándolo.

Desde la aparición del ser humano éste se ha preocupado siempre por su bienestar, la satisfacción de sus necesidades y la prolongación de su vida, carrera desenfrenada que en su recorrido encuentra numerosos obstáculos para lograr esas finalidades, entre ellos los demás congéneres y quien las debe dispensar, éste último representado por un ser abstracto pero con vida jurídica denominado Estado, el cual por determinadas circunstancias que no es del caso tratarlas ahora, se muestra ciego e indiferente frente al cumplimiento de estos cometidos dando pie para que el conglomerado social denominado sociedad civil se levante y reclame por sus prerrogativas.   

Ahora bien, frente al planteamiento de esta problemática surgen de repente grupos o asociaciones con diferentes finalidades, los partidos políticos y los movimientos sociales. Los primeros como tabla de salvación para la solución y los segundos en las más de las veces como simples multiplicadores de las voces de descontento, que si bien no tienen el poder suficiente para poner en práctica las opciones que resuelvan el conflicto, como si lo poseen los partidos políticos, al menos sirven de cura para la ceguera, son los ojos del indiferente y del invidente, del que voltea la vista para no ver el desgarrador mensaje de quien alza su voz  en procura de unas pretensiones de cambio social en su favor.  

Los partidos políticos por su parte mantienen su propia lucha orientada hacia la organización y participación del poder, por lo que su ceguera será notablemente marcada por lograr sus objetivos, pues su camino  rumbo a esa finalidad se hará sin importar lo que se encuentre en su trayecto, dando tumbos y pasando por encima de cualquier cosa cual ciego que anda sin su bastón de dirección.  

Pero si por los lados de la institucionalidad la ceguera y la indiferencia no faltan, por los lados de la sociedad civil están al orden del día. En efecto, cuando el conflicto que padece determinado grupo social no toca con quien por así decirlo está en mejores condiciones de proveer sus necesidades  y vive una estabilidad relativa, se muestra ajeno y ciego ante esa otra realidad, incluso haciendo parte en ocasiones como sujeto activo generador del problema o del conflicto.

De otro lado, el ensayo sobre la ceguera nos describe y transporta al “estado de naturaleza” que vivió la humanidad antes de la aceptación del contrato social que dio origen a la formación de los Estados, coincidiendo con la teoría contractual absolutista de Tomás Hobbes[3] quien concibió al hombre como un animal que por lograr su supervivencia luchó de manera permanente contra sus semejantes en una absoluta libertad sin control de ninguna clase, de donde surgió esa necesidad de asociarse con el ánimo de terminar con esa hostil vida autoritaria y sin control.

JOSÉ IGNACIO ALZATE CADAVID
Código 0980810010


[1] "figura de dicción en que se usa una palabra o frase para denominar una idea u objeto en lugar de otra con el fin de sugerir un vínculo entre ambas” (Enciclopedia Ilustrada SIGLO XXI, Círculo de Lectores)
[2] Definido tradicionalmente como una situación en la que dos partes pugnan al mismo tiempo por ocupar el mismo espacio, poseer el mismo objeto, desempeñar papeles incompatibles, defender ideas opuestas o utilizar medios que se excluyen mutuamente para alcanzar sus propósitos.
[3] “La avidez por el reconocimiento, la gloria, la riqueza, y la desconfianza recíproca, conducen a la guerra perpetua de “todos contra todos”, que puede derivar desde el enfrentamiento físico concreto en que unos y otros se baten a muerte, hasta la actitud íntima y común de los hombres, por batirse” (Tomás Hobbes, Leviatán).

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